No sé si es su sonrisa, o su mirada, o el hecho de que cada noche me diga al oído que me quiere con la voz entrecortada.
No sé si es por el sabor que me deja en los labios cuando me besa, o por el escalofrío que estremece todo mi cuerpo cuando se aleja...
Quizá sea porque cuando nuestros ojos se cruzan y nuestros pensamientos se acarician, conseguimos que el tiempo se detenga, que nada más exista a nuestro alrededor y que el fugaz presente nos pertenezca.
