martes, 6 de marzo de 2018

Los imposibles también existen

Y al tiempo que pronunciaba esas palabras, se fue acercando a ella, casi sin querer, poco a poco, y cada vez estaban más cerca... Estaban cada vez más y más cerca y... sucedió. Se impulsó un poco hacia ella y la besó. La besó, así, de repente. Y no pudo hacer nada, no pudo evitarlo, sencillamente se quedó paralizada e inmóvil, no pudo apartarse. Solamente cerró los ojos y se dejó llevar por la situación. Y le respondió con un beso, y con otro, y otro, y después otro…Y cada vez con más intensidad, con más cariño. Y así durante varios minutos… No quería que aquello acabase nunca. Estaba en el paraíso. Quería que el tiempo se detuviese y que no volviese a correr el reloj; quería que el mundo entero dejase de girar en aquel instante y que sólo existiese él y sus besos… Le encantó. No hay otras palabras más exactas para expresar lo que sintió Julia en ese momento, no sabría cómo hacerlo porque fue tan bonito, fue tan perfecto... Hay sensaciones que no pueden describirse, sólo vivirse y sentirse. Y no hay mejor sensación que la de un primer beso entre dos personas que se gustan, entre dos personas que están enganchadas la una a la otra desde la primera mirada que se cruzaron cuando ella se bajó del coche y él ya estaba de pie en aquella parada de autobús esperándola; entre dos personas que necesitan demostrarse su cariño. Nada tan estremecedor como un primer beso. Y menudos besos… Besaba tan bien… Besaba de una forma tan adictiva que… Madre mía, creyó enloquecer completamente. Ya no era la misma. Tenía la sensación de ser otra persona diferente, una persona nueva… Se sentía feliz, peligrosamente feliz.

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